sábado, marzo 25

Ochenta porciento real

Cuando M nació comenzó el verano. Su familia había estado esperando que llegara una niña durante 4 años, hasta que por fin el destino quiso que viera la luz. Bueno, verla lo que se dice verla todavía no la había visto, tardó 7 días en abrir los ojos. Incluso le pegaban en el culo a ver si al llorar los abría, pero M hacia caso omiso de todo lo que le rodeaba. No fue hasta llegar a casa, en brazos de su madre cuando los abrió y sintió que realmente había llegado a la vida. Le perteneciera o no, empezaban sus días de biberones, siestas, tirones de mofletes e imaginaciones incesables. Por cosas del destino su abuela y compañera de piso, murió a los pocos meses, ni siquiera la reconoció como nieta ya que estuvo en fase terminal. Se llevaron a M unos meses a vivir al campo, la ponían en el sol para que jugueteara con los rallos, pero ella no miraba al cielo sólo intentaba escaparse de allí y salir corriendo, aunque no supiera ni andar. Al volver a la ciudad, cayó en la cuenta de que tenía un hermano y con el había muchísimas cosas que aprender y con las que jugar. Pegatinas brillantes pegadas en la cama plegable, de estrellas y ponys, que volaban por el cielo de cada noche, mientras la miraba con ojos celosos del rey que ve en peligro su trono. M, siempre ajena a todo, se creó un mundo de dibujos y animales, colores e historias que hacia realidad cada noche, al cerrar los ojos. Y en ese mundo vivió durante el tiempo que pudo. Montaba historias con los play móvil y creaba ciudades enteras en las que pasaba absolutamente de todo, pero luego las destruía, se acababa el tiempo… había que recogerlo. A M siempre le gustó dibujar, cogía lápices y recorría la silueta de sofás, muebles y sillas en la pared, por si se movían, así podría saber donde habían estado y volver a ponerlos en su lugar. Todo en su lugar. M lloró de alegría su primer día de colegio, iba a conocer a otros niños como ella, con los que volar a mundo desconocidos. M lloró al volver a casa y ver que eran todos unos niñatos de 4 años, y que solo pensaban en llorar por sus mamás. M jugaba en el suelo del pasillo con cualquier cosa que encontrara, incluso con un trozo de zócalo que se había despegado, aunque en su casa le dijeran que no lo cogiera siempre tuvo dentro esa rebeldía. A M un día le dislocaron el hombro al intentar levantarla del suelo de su mundo, creo que nunca más se lo volvieron a encajar.

Escuchando: Montoto - No me toques


Nadando entre la gente
veo globos vacíos,
hay que borrar el rojo
ya no tiene sentido
te perdono si me tocas
no me mires que me pegas
todos juntos de la mano
caminando hacia la nada.